Monday, July 31, 2006

Post scriptum

¿Qué será lo que esconde una de las familias liberales más importantes, tanto en la historia como en la actualidad, del país?

En El Tiempo le han dedicado, sumando notas, media página INTERNA, al escándalo de Virginia Vallejo. Que, uno pensaría, es la noticia del año.

En Semana han sacado la portada más denigrante de la que me acuerde (omitiendo las de algunos peridodiquitos tipo tabloide).

Las Cuentas de la Lechera

Hagamos un ejercicio sencillo con algunos supuestos. 1) Un bus gasta el doble de combustible que un vehículo particular y 2) Un bus lleva en promedio 10 personas por viaje (este promedio es muy bajo).

Si el bus gasta 5 galones en un viaje entonces: 1) los pasajeros gastan 0.5 galones por viaje y 2) los dueños de vehículos gastan 2.5 galones. Como tanto para los propietarios de vehículo como para los usuarios de transporte público los alimentos vienen en los mismos camiones que usan la misma cantidad de combustible, el subsidio que derivan es el mismo.

El subsidio total que recibe una persona es la suma de lo que recibe por su consumo en transporte (2.5 para propietarios y 0.5 para pasajeros) y lo que recibe vía menores costos de alimentos (igual para todos) la mayor cantidad del subsidio va a parar a los bolsillos de los más ricos. Esto implica que el subsidio es profundamente regresivo.

¿Qué estamos esperando para poner el grito en el cielo por los $2.9 billones que el Gobierno gasta subsidiando combustibles? ¿Dónde está nuestra cultura política y nuestra concepción de justicia social?

Saturday, July 22, 2006

Descentralización y Federalismo

En esta columna voy a debatir, con todo el ánimo de entrar en discusión, las propuestas de Salomón Kalmanovitz, a quien admiro y respeto, publicadas en la edición de El Espectador del 15 al 21 de julio de 2006.

Dice Salomón que Colombia sigue siendo un país profundamente centralista, a eso yo añadiría presidencialista, el poder sigue estando increíblemente concentrado en la figura del Presidente. Pero ese tema lo trataré en otra ocasión.

“Los impuestos recogidos por el Gobierno central alcanzaron el 15% del PIB en 2004, mientras que los niveles recaudados por el nivel municipal fueron de 2% y en los departamentales del 1% del PIB.” Esto, en principio, no genera mayor problema, la descentralización no pasa necesariamente por darle el poder a las Entidades Territoriales (ET) de gravar con impuestos a sus habitantes. La descentralización es la capacidad de las ET de disponer de sus recursos la forma en que más influyan en la satisfacción de las necesidades de sus habitantes.

Si bien es cierto que existe cierta “pereza fiscal” en algunas ET, también lo es que dejarlas en libertad de fijar las bases y tasas de tributación (por ejemplo de predial) genera distorsiones innecesarias en la economía, que poco o nada tienen que ver con la justicia redistributiva, explico. En la medida en que una región, con las mismas características que otra, fije tasas de tributación menores generará migraciones (obviamente mediadas por las dificultades de cambiar de domicilio) hacia ella, en detrimento de la otra y, posiblemente, generando equilibrios subóptimos para el país, es decir, ubicaciones de recursos que no maximizan la producción.

En la medida en que la tasa sea homogénea para todas las regiones se puede esperar que las que presenten mayores niveles de inversión sean las que mejores condiciones (no tributarias) ofrezcan a las empresas. Este es el primer punto, para generar una descentralización real, sólida, sin incentivos perversos y que beneficie a la mayoría. Los impuestos deben ser iguales en todas partes. Para esto valdría la pena evaluar la posibilidad de darle al Congreso de la República la facultad para fijar las tarifas de cada impuesto si hacer la diferenciación entre nacionales, departamentales y municipales.

De esta forma se lograría tener certeza sobre el total de recursos con que cuenta la Nación y se podrían hacer transferencias más cuantiosas hacia las ET sin ir en contra de la viabilidad de las finanzas públicas.

Es también de vital importancia definir claramente las competencias de cada uno de los niveles gubernamentales en términos de educación, salud, vivienda, etc. De esta forma se pueden calcular, con base en el total de recursos del país, las transferencias que se deben hacer para cada nivel municipal, departamental y nacional.

Dice Salomón que “las transferencias del centro hacia la periferia alcanzaron 7% del PIB, las cuales llegaron especificadas por diferentes leyes en cómo y dónde pueden gastarse.” A la afirmación de que la definición de ítems de gasto es per se mala debe tomársele con calma.

En primer lugar es necesario tener claro que el gasto público debe enfocarse en la satisfacción de las necesidades más sentidas de la población. Esto implica que los ítems de gasto deben estar definidos, esto es, debe existir una ley (Orgánica del Presupuesto) que defina claramente en qué se debe hacer un gasto prioritario, por ejemplo, educación, salud, vivienda y saneamiento básico.

En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que esos componentes de gasto no deben tener fijadas en la ley sus participaciones porcentuales en el total de los presupuestos de las ET ni de la Nación. Un ejemplo respecto de esto último, si un municipio tiene 100% de cobertura en educación y una excelente calidad en sus colegios, pero tiene sin cobertura de salud a la mitad de la población, es poco práctica una ley de fije 50% del presupuesto para salud y 50% para educación, cuando posiblemente lo que necesita es aumentar el gasto en salud. Este tema ha sido bastante discutido y hay cierto consenso entre los economistas sobre la necesidad de definir claramente el Gasto Público Social.

Resumiendo, si el Congreso fija las tasas de tributación (iguales en todo el país) el sistema evita que haya ET que minimicen esas tasas para 1) beneficiar a grupos de presión y 2) atraer inversión de otras ET. Si se definen claramente las responsabilidades de cada nivel gubernamental y el Congreso define cuales son los ítems de gasto prioritario se puede esperar una mayor eficiencia tanto en el manejo de los recursos como en su impacto en la población. De esta forma se tendría un estado en el que los impuestos los cobra el Gobierno Central, se reparten según las responsabilidades a cada nivel del gobierno y cada ET puede hacer el gasto de la forma que más le convenga a su población. Esto es descentralización. Dar la libertad de fijar tributos y gastos a cada ET es Federalismo y, aunque me gustaría, no creo que Colombia este preparada para eso.

Tuesday, July 18, 2006

Vivienda, AFCs y Batallas Ministeriales

Según las últimas noticias el Ministerio de Hacienda y Crédito Público y el Ministerio de Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo no se han puesto de acuerdo sobre la benevolencia de las cuentas AFC. Estas cuentas presentan beneficios tributarios para los asalariados que ahorran para compra de vivienda. Sin embargo los reportajes se han quedado cortos en términos de la magnitud de la norma que se pretende cambiar con la propuesta de Reforma Tributaria.

El alcance real de la propuesta, en mi opinión, es la necesidad de eliminar las exenciones tributarias que, en últimas, son gasto de gobierno orientado a “pagar” los impuestos de algunas personas naturales o jurídicas. En la medida en que alguien, que normalmente estaría obligado a pagar el impuesto de ReteFuente, no lo haga, por el sólo hecho de ahorrar en una cuenta AFC, está recibiendo un subsidio del Estado por un valor igual al impuesto que dejó de pagar.

Así las cosas el análisis de la conveniencia de la norma que exime de impuestos a las cuentas AFC debe orientarse hacia la bondad de dirigir gasto público hacia personas que pueden ahorrar para comprar vivienda. Es decir, en un país con profundos problemas sociales como Colombia, donde alrededor de la mitad de la población no tiene acceso a la salud, donde la mayoría de sus habitantes no tiene acceso a la educación superior, es necesario pensar si vale la pena utilizar recursos para subsidiar la compra de vivienda.

Ahora, como este tema tiene tanto de ancho como de largo, es necesario hacer un debate público en el que se trate la necesidad de subsidios para la vivienda en sectores muy claros de la población. Siempre que la norma discrimine a los sectores más ricos de la población, pero se mantenga para los sectores más necesitados, la norma será justa y de paso mejorará la eficiencia del sistema tributario al diminuir el número de exenciones.

Valdría la pena que el Gobierno estudie la posibilidad de mantener el mecanismo para las personas que devengan menos de dos salarios mínimos. Con esto se lograría equidad. Es que uno no pensaría que mantener beneficios para las cuentas AFC de personas que ahorran para comprar un apartamento de 500m2 en la Cabrera le haga un loable servicio a la Nación. Otra cosa ocurre cuando los beneficios se focalizan en la población más pobre y están dirigidos únicamente a la compra de VIS, cuando su fin es vivienda y no arriendo.

Es, entonces, importante hacer un análisis, cuyos resultados arrojen luces sobre que medida es la más provechosa para el país.

Wednesday, July 12, 2006

Inseguridad y Percepción

En la edición de El Tiempo del miércoles 12 de julio de 2006 aparece un interesante reportaje a la seguridad en las calles bogotanas. Según los datos, que son bastante veraces, la ciudad ha pasado de una tasa de homicidio de 23 por cien mil en 2005 a una de 18 por cien mil en 2006.

A lo anterior se le suma que el robo a viviendas (según la Policía) bajo un 25% y el robo de carros un 29%. Esto muestra una clara tendencia de reducción del crimen en Bogotá, ahora hay algo que preocupa, no aparecen estadísticas sobre los crímenes que más miedo generan en la ciudad, el paso millonario y el robo callejero, ambos contabilizados como hurto en diferentes modalidades.

Estos datos harían entender porque la percepción de la ciudadanía es tan lejana de la realidad que muestran las cifras de homicidios (Bogotá se ubica en el cuarto puesto entre las ciudades más tranquilas del continente).

Ante esto hay que decir dos cosas: 1) que es probable que el hurto haya aumentado y 2) que su aumento se debe a la legislación actual. Cuando uno piensa en los mecanismos para disuadir el crimen se pueden generar dos hipótesis, laxitud de la pena o baja probabilidad de ser impuesta.

Bajo la idea de laxitud de la pena habría que hacer una anotación, durante la última década se han hecho varias reformas a las penas, a veces se han aumentado y a veces se han bajado. Pecando por no tener en cuenta otras posibles razones, lo que muestra la evidencia es que las cifras crimen no ha presentado cambios en su tendencia, es decir, que no han bajado cuando se aumentan las penas, ni aumentado cuando se disminuyen.

Bajo la idea de la probabilidad de ser capturado y juzgado, no es mucho lo que se puede decir a su favor, pues esa probabilidad no ha variado mucho en los últimos años y por lo tanto no hay evidencia de su efectividad. Sin embargo bajo argumentos intuitivos uno podría argumentar que entre más fácil capturen y juzguen las autoridades a los delincuentes, menos interés van a tener ellos en cometer delitos. Es decir, bajo esta idea se reduce más el crimen haciendo cumplir la ley que cuando se endurece.

Ahora, en el caso del hurto se presentan los dos problemas. El delito es excarcelable y los detenidos por sospecha de hurto salen a las dos horas de la estación de policía, lo que les permite volarse, esto implica que la probabilidad de ser capturado y juzgado es muy baja. Esto se puede mejorar endureciendo las penas, posiblemente eso mejoraría la moral de la Policía y los haría más proclives a montar operativos para desmantelas las bandas de atracadores.

De modo que el Alcalde y la Policía deben trabajar para que el impacto de estos dos delitos sea menor y para que la ciudadanía se sienta más segura (se gana más, haciendo de Bogotá una ciudad más segura, si la ciudadanía lo sabe y camina tranquila por las calles). El Congreso debe eliminar la excarcelación de estos delitos y el Gobierno debe buscar los mecanismos para proveer suficientes cárceles y que no se presenten problemas de hacinamiento por causa de los ladrones condenados.
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