Thursday, May 31, 2007

La Externalidad del Sexo

Contrario a lo que dice la Iglesia. Dios recompensa a Sodoma y Gomorra.

Cuando el Presidente habla de aplazar el gustico o la Iglesia habla de la abstinencia como método para prevenir las enfermedades de transmisión sexual pueden estar generando aún más infecciones. Y no hablo de prohibir el uso del condón. Eso es apenas evidente. El problema acá es que entre más casto y puro, se es más proclive a contraer alguna ETS.

No se trata, como se imaginarán algunos, de la supuesta mayor conciencia de la gente promiscua sobre el uso de preservativos. Se trata de una simple y sencilla verdad. Un resultado ineludible de una verdad innegable. Veamos la cosa.

Suponga que usted conoce cuatro posibles parejas sexuales. Usted no sabe cual es cual. Sin embargo dos son terriblemente promiscuas y las otras dos tienen aventuras sólo una vez al año. Así las cosas, de terminar con alguna de estas personas en su alcoba, usted tendría 50-50 de chances de encontrar una pareja segura.

Ahora si las personas que sólo tienen aventuras una vez al año, tuvieran aventuras dos veces al año, las probabilidades serían dos de tres. Esta es la razón por la cual, el aumento de la actividad sexual por parte de los conservadores sexuales puede disminuir la tasa de infección de las ETS. Si tener múltiples parejas sexuales salva vidas, la monogamia puede ser letal.

Intuitivamente, en un país en el que todas las mujeres son monógamas (por ejemplo algún país africano), pero los hombres demandan, al menos, dos mujeres por año, habrá un mercado prolífico y rentable para la prostitución. Bajo estas condiciones, las prostitutas terminarán todas infectadas después de cierto tiempo. De modo que todos los hombres se infectarán y trasmitirán las ETS a sus parejas monógamas. El resultado es una infección generalizada.

Sin embargo, si las mujeres monógamas decidieran tener sexo extramarital al menos una vez al año, el mercado de la prostitución se quedaría sin demanda, por lo tanto la tasa de infección disminuiría y el virus, incapaz de reproducirse más rápido que el tiempo en el que mata a los infectados, desaparecería lentamente.

Imaginemos una mujer que llega a una fiesta en la que pudo haber conocido a un hombre saludable. Sin embargo, por cosas de la vida, el hombre saludable decidió abstenerse como método de protección y esta mujer termina conociendo a un hombre infectado. Uno puede pensar que, incluso si el hombre sano no se hubiera abstenido y hubiera terminado con la mujer, eso no previene que el hombre infectado termine cortejando a otra mujer, de este modo, la falta de abstinencia sólo habría cambiado la mujer víctima.

Ante esto hay dos cosas que decir: primero, no sabemos si el hombre infectado hubiera podido “levantar” esa noche. Lo que de entrada reduce la tasa de infección. Segundo, la disminución de la tasa de infección no es el único objetivo social, si esto fuera así lo obvio sería acabar con el sexo. Lo que realmente queremos minimizar es el número de infecciones resultantes de un número determinado de encuentros sexuales. Incluso si el hombre sano hubiera terminado con la mujer y el hombre infectado hubiera conseguido otra conquista, se habría hecho a alguien más feliz. Es decir, alguien más habría obtenido los placeres del amor.

La externalidad. Cuando una persona tiene un pasado sexual limitado, su oferta de sexo es menor a la socialmente óptima. Esto se da porque sus servicios están subvaluados. Si las personas conservadoras sexualmente pudieran mostrar de forma creíble sus pasados sexuales, los demandantes de sexo conscientes de las ETS, aumentarían su demanda por las personas conservadoras. Pero esto no pasa, nadie le cree a alguien que busca sexo, que no ha sido una persona promiscua en el pasado. Por esta razón, la gente conservadora no relaja su restricción a la oferta de sexo.

La pregunta es ¿cómo subsidiar a las personas conservadoras, de tal forma que aumenten su oferta de sexo, sin que esto implique que las personas promiscuas e infectadas aumenten también su oferta? La respuesta, subsidiar condones.

Nuestro hombre infectado sabe que es más probable que tenga una ETS que nuestro hombre sano, básicamente porque ha tenido muchas más parejas sexuales. Por esta razón es posible que valore los condones mucho menos que el hombre sano. Los condones subsidiados son, entonces, una forma de aumentar la oferta de sexo de las personas sanas y conservadoras.

Por otro lado, hay otra razón por la cual subsidiar los condones. El uso de condones esta subvaluado también. Cuando se usa un condón, se protege a uno mismo y a sus compañeros futuros. Pero uno es premiado solamente por el menor chance de infección en el momento (no por la menor probabilidad de infectar a futuros compañeros). Como los compañeros potenciales no saben sobre la historia de uso de condón de una persona, no van a incrementar su demanda, de modo que no se presenta un premio por el uso del condón igual a sus beneficios sociales.

La Iglesia ha argumentado que los condones subsidiados tienen un efecto bueno y otro malo. Por un lado disminuyen la probabilidad de contagio (efecto bueno) y por otro aumentan la proclividad de las personas a tener relaciones aumentando el número de contagios (efecto malo). Sin embargo, como se mostró, el aumento de relaciones por parte de personas no contagiadas aminora la tasa de infección. De modo que el efecto malo no es tan malo. El efecto malo es bueno. Y de paso se hace feliz a más gente.

Para el modelo matemático ver:
Landsburg, S. (1996) “More Sex is Safer Sex, and Other Surprises”, University of Rochester.

Tuesday, May 22, 2007

Sobre las Mentiras de la Izquierda (II)

¡Y seguimos representando la posición más radical de izquierda!
Retomo el tema de las mentiras de la izquierda. Hoy le toca el tema a las pensiones. Como no quiero entrar en temas áridos de estudios actuariales y costos políticos voy a hablar de algo que ha hecho carrera en las últimas semanas: el pasivo pensional de las universidades públicas.

Las protestas que infartaron el ya deteriorado tráfico capitalino se originaron en un artículo del Plan de Desarrollo, este artículo básicamente busca que las pensiones de los docentes de las universidades públicas se paguen, tanto con recursos de las universidades, como con recursos del Presupuesto General de la Nación.

Al respecto, Alejandro Gaviria comenta que esto es exactamente lo mismo que ha venido pasando en los últimos años. Así que uno no entiende como es que el artículo, que formaliza lo que ya venía ocurriendo informalmente, genera tal caos.

Dos temas entran en este punto. El de la equidad y el de la protesta. Frente al segundo la posición es obvia, la izquierda usa sistemáticamente como idiotas útiles a los estudiantes de la universidad pública. Los pone a marchar por un artículo que hace formal lo que ya pasaba. Como es apenas obvio, la izquierda, que defiende a los pobres, debe tener muy claro que lo que hace daño no son las leyes sino las acciones u omisiones que se derivan de esas leyes. Así que si no habían protestado antes, cabe preguntarse porqué lo hacen ahora. Como el efecto sobre la misma gente de la misma política es el mismo y antes no protestaban, debe ser que ni la política ni la gente son los que importan. La razón de la protesta es, entonces, otra diferente. Una que no nos han contado. Una que no deben poder contar.

Por el lado de la equidad. Sigo con mi martirio, resulta que sigo pensando en los pobres. Una pensión que alguien recibe y para la que no ahorró es básicamente un regalo que le da alguien. Como el pensionado ya no trabaja y como los únicos que producen son los que trabajan, el regalo debe ser de parte de los que trabajan para los que no trabajan. Hasta ahí nada de malo. Para que ese regalo sea justo, el regalo que da cada persona que trabaja hoy, debe ser igual al regalo que va a recibir en el futuro.

Es una cosa de simple justicia. En la medida en que haya un desequilibrio. En la medida en que haya alguien que reciba más que lo que dio. Alguien esta perdiendo. Y en este caso, en las pensiones, los que pierden son los jóvenes, que suelen ser los más pobres, cuando se les comprara con los viejos. Así que la izquierda defiende los privilegios de los de hoy, a costa del trabajo de los de mañana.

Muy lindo, quítele plata al hijo para dársela al papá. Y como la plata se acaba, no le de nada al hijo. Al final, lo que vamos a tener, es un montón de viejitos, los jóvenes de hoy, sin pensión y sin la posibilidad de exigirla por medio de pagos que hagan sus hijos. Pues en esos momentos, ellos seguirán pagando la pensión de sus abuelos.

Cada vez duermo menos. Ahora resulta que no sólo me importan los pobres. También me importan los viejitos. Los de hoy, para que reciban pensiones justas. Y los de mañana, para que reciban pensiones también justas. Parece ser que a la izquierda sólo le importan los de hoy. Parece ser, de nuevo, que yo, un neoliberal desalmado, represento la posición de izquierda más radical del país.

Friday, May 04, 2007

Sobre las Mentiras de la Izquierda (I)

Parece ser que los neoliberales desalmados representan la posición más radical de izquierda.
Mucho se ha dicho sobre las mentiras de la derecha. Que el TLC beneficia a los ricos. Que las reformas laborales afectan a los trabajadores y benefician a los empresarios. Que la reforma a la salud va en detrimento de la calidad del servicio y aumenta las ganancias de las EPS. Que las reformas pensionales afectan a los viejitos. Entre muchas otras cosas. Según esto, al parecer, la izquierda lucha por los intereses de los más pobres. Veamos que tan cierto es eso. Esta semana voy sólo con el TLC, las siguientes tres hablaré de los otros tres temas.

Sobre el TLC. Empecemos por algo teórico. Cuando los consumidores están dispuestos a pagar un precio por algún bien, pero en la realidad pagan menos que ese precio, se genera lo que los economistas llamamos excedente del consumidor. Esta es la medida del bienestar más aceptada desde hace más de cien años. Este es bienestar para los consumidores, que somos todos. Bienestar para muchos.

Por el contrario, cuando la diferencia grande se da entre costos de producción y precio, se genera lo que los economistas conocemos como excedente del productor. Excedente para los ricos. Excedente para pocos. Bienestar para pocos.

Desde principios del s. XIX con David Ricardo, un famoso economista inglés, la economía ha demostrado, y la experiencia también, que el libre comercio genera caídas en los precios que enfrentan los consumidores. Esto hace que al final, los mismos consumidores, con la misma disponibilidad a pagar, terminen enfrentando, por efecto de la competencia, precios más bajos a los que se verían sin libre comercio. De modo que el comercio genera bienestar para los consumidores. De nuevo, bienestar para muchos.

En este punto cabe preguntarse: si el libre comercio es tan bueno, ¿por qué la izquierda, que lucha por los más pobres, lo ataca? No podría dar una respuesta concluyente a esa pregunta. Posiblemente son razones ideológicas más que razones de bienestar para los pobres. Veamos el caso de los productos agrícolas.

El campo tiene unas particularidades muy especiales. Tiene los índices de pobreza y de necesidades básicas insatisfechas más altos del país. Básicamente, en el campo, son muy pocos los ricos y muchos, muchísimos, los pobres. Esos pobres subsisten de cultivos de pancoger, que en últimas, es lo mismo que tener una huerta y alimentarse de lo que eso produce. Para estos campesinos los cambios en los precios de mercado no importan. Cuando uno no hace parte del mercado, lo que allí ocurra no lo afecta. De modo que los campesinos pobres no son objeto de análisis en cuanto a las ventajas o desventajas del TLC.

La idea de la izquierda es que si uno abre las fronteras a productos agrícolas subsidiados, las fincas nacionales quebrarían. En este caso cabe aclarar que de miles de productos agrícolas que produce el país, son muy pocos los que subsidia Estados Unidos. Para la izquierda, si las fincas quiebran se genera pobreza.

Vamos por partes. Como los campesinos con cultivos de pancoger están fuera del mercado, no hacen parte de la fuerza laboral disponible en el campo. Así que los cambios en el precio y las quiebras de las fincas no los afectan. El efecto se da en los campesinos y las fincas que producen cosas para vender.

Aquí hay que separar dos efectos. Uno es el efecto en los trabajadores y el otro es el efecto en los dueños de las fincas. El efecto en los trabajadores es el siguiente. Como una finca produce todo lo que puede producir, el efecto de un cambio en precios, no cambia las cantidades producidas, por eso a veces se presenta sobreoferta de diversos productos. En últimas, los finqueros no pueden decidir producir menos, eso lo deciden un año antes, así que les toca soportar lo que venga.

Si el finquero no puede cambiar su nivel de producción, no puede cambiar la cantidad de personas que contrata. Las necesita para producir. Como no cambia la cantidad de personas que contrata, la demanda laboral no cambia (en jerga de economista, la curva queda igual). Por otro lado, el número de personas dispuestas a vender su fuerza de trabajo es el mismo, así que la oferta laboral tampoco cambia (en jerga de economista la curva queda igual). Como es apenas lógico, si ninguna curva se mueve, la situación queda igual. Las curvas, en últimas, se cortan en el mismo nivel de empleo y salarios. Así que los trabajadores no deberían sufrir ningún efecto.

El efecto sobre el finquero. El señor finquero, dado que ahora hay libre comercio, los precios de sus productos son más bajos y sus costos de producción (esencialmente costos laborales) son iguales, termina obteniendo una ganancia menor. Es decir, básicamente cae el excedente del productor (bienestar para ricos que son muy pocos), los trabajadores del campo terminan ganando lo mismo y trabajando lo mismo, y los consumidores (que incluyen a los trabajadores del campo) pueden comprar más cosas a menor precio, lo que aumenta en excedente del consumidor (bienestar para todos, donde la mayoría son pobres).

Así que cuando la izquierda defiende aranceles y prohibiciones de importación, en realidad esta defendiendo precios altos para los consumidores (que son muchos) y aumentos de los beneficios de los productores (que son pocos).

De modo que la izquierda no es tan izquierda. La izquierda defiende a los ricos.

Ojalá esto no sea cierto, no puede ser que yo, que mucha gente me tilda de neoliberal desalmado, piense más en los pobres que la izquierda nacional. Pueda ser que en los casos de los trabajadores (reformas laborales), la reforma a la salud, y los viejitos (pensiones) esté equivocado, pueda ser que en esos casos sí defiendan a los más pobres. Pero eso lo dejo para las siguientes semanas.

Por ahora tendré que aprender a vivir sabiendo que yo represento la verdadera izquierda, que el libre comercio es bueno para los pobres y que a mi me interesa defenderlos. ¿Quién lo diría?
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