Contrario a lo que dice la Iglesia. Dios recompensa a Sodoma y Gomorra.
Cuando el Presidente habla de aplazar el gustico o la Iglesia habla de la abstinencia como método para prevenir las enfermedades de transmisión sexual pueden estar generando aún más infecciones. Y no hablo de prohibir el uso del condón. Eso es apenas evidente. El problema acá es que entre más casto y puro, se es más proclive a contraer alguna ETS.
No se trata, como se imaginarán algunos, de la supuesta mayor conciencia de la gente promiscua sobre el uso de preservativos. Se trata de una simple y sencilla verdad. Un resultado ineludible de una verdad innegable. Veamos la cosa.
Suponga que usted conoce cuatro posibles parejas sexuales. Usted no sabe cual es cual. Sin embargo dos son terriblemente promiscuas y las otras dos tienen aventuras sólo una vez al año. Así las cosas, de terminar con alguna de estas personas en su alcoba, usted tendría 50-50 de chances de encontrar una pareja segura.
Ahora si las personas que sólo tienen aventuras una vez al año, tuvieran aventuras dos veces al año, las probabilidades serían dos de tres. Esta es la razón por la cual, el aumento de la actividad sexual por parte de los conservadores sexuales puede disminuir la tasa de infección de las ETS. Si tener múltiples parejas sexuales salva vidas, la monogamia puede ser letal.
Intuitivamente, en un país en el que todas las mujeres son monógamas (por ejemplo algún país africano), pero los hombres demandan, al menos, dos mujeres por año, habrá un mercado prolífico y rentable para la prostitución. Bajo estas condiciones, las prostitutas terminarán todas infectadas después de cierto tiempo. De modo que todos los hombres se infectarán y trasmitirán las ETS a sus parejas monógamas. El resultado es una infección generalizada.
Sin embargo, si las mujeres monógamas decidieran tener sexo extramarital al menos una vez al año, el mercado de la prostitución se quedaría sin demanda, por lo tanto la tasa de infección disminuiría y el virus, incapaz de reproducirse más rápido que el tiempo en el que mata a los infectados, desaparecería lentamente.
Imaginemos una mujer que llega a una fiesta en la que pudo haber conocido a un hombre saludable. Sin embargo, por cosas de la vida, el hombre saludable decidió abstenerse como método de protección y esta mujer termina conociendo a un hombre infectado. Uno puede pensar que, incluso si el hombre sano no se hubiera abstenido y hubiera terminado con la mujer, eso no previene que el hombre infectado termine cortejando a otra mujer, de este modo, la falta de abstinencia sólo habría cambiado la mujer víctima.
Ante esto hay dos cosas que decir: primero, no sabemos si el hombre infectado hubiera podido “levantar” esa noche. Lo que de entrada reduce la tasa de infección. Segundo, la disminución de la tasa de infección no es el único objetivo social, si esto fuera así lo obvio sería acabar con el sexo. Lo que realmente queremos minimizar es el número de infecciones resultantes de un número determinado de encuentros sexuales. Incluso si el hombre sano hubiera terminado con la mujer y el hombre infectado hubiera conseguido otra conquista, se habría hecho a alguien más feliz. Es decir, alguien más habría obtenido los placeres del amor.
La externalidad. Cuando una persona tiene un pasado sexual limitado, su oferta de sexo es menor a la socialmente óptima. Esto se da porque sus servicios están subvaluados. Si las personas conservadoras sexualmente pudieran mostrar de forma creíble sus pasados sexuales, los demandantes de sexo conscientes de las ETS, aumentarían su demanda por las personas conservadoras. Pero esto no pasa, nadie le cree a alguien que busca sexo, que no ha sido una persona promiscua en el pasado. Por esta razón, la gente conservadora no relaja su restricción a la oferta de sexo.
La pregunta es ¿cómo subsidiar a las personas conservadoras, de tal forma que aumenten su oferta de sexo, sin que esto implique que las personas promiscuas e infectadas aumenten también su oferta? La respuesta, subsidiar condones.
Nuestro hombre infectado sabe que es más probable que tenga una ETS que nuestro hombre sano, básicamente porque ha tenido muchas más parejas sexuales. Por esta razón es posible que valore los condones mucho menos que el hombre sano. Los condones subsidiados son, entonces, una forma de aumentar la oferta de sexo de las personas sanas y conservadoras.
Por otro lado, hay otra razón por la cual subsidiar los condones. El uso de condones esta subvaluado también. Cuando se usa un condón, se protege a uno mismo y a sus compañeros futuros. Pero uno es premiado solamente por el menor chance de infección en el momento (no por la menor probabilidad de infectar a futuros compañeros). Como los compañeros potenciales no saben sobre la historia de uso de condón de una persona, no van a incrementar su demanda, de modo que no se presenta un premio por el uso del condón igual a sus beneficios sociales.
La Iglesia ha argumentado que los condones subsidiados tienen un efecto bueno y otro malo. Por un lado disminuyen la probabilidad de contagio (efecto bueno) y por otro aumentan la proclividad de las personas a tener relaciones aumentando el número de contagios (efecto malo). Sin embargo, como se mostró, el aumento de relaciones por parte de personas no contagiadas aminora la tasa de infección. De modo que el efecto malo no es tan malo. El efecto malo es bueno. Y de paso se hace feliz a más gente.
Para el modelo matemático ver:
Landsburg, S. (1996) “More Sex is Safer Sex, and Other Surprises”, University of Rochester.